Esta es tu última noticia por ver este mes
Suscríbete por solo 2€ al mes durantes 7 meses. Oferta 7º aniversario
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Te quedan noticias por ver en este mes
Te queda 1 noticia por ver en este mes
Suscríbete por solo 2€ al mes durantes 7 meses. Oferta 7º aniversario
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Ibon Iribarren y Alberto Vaqueriza, dos de los fundadores de Linq. / arizmendi
En la industria es muy frecuente que para comprobar la calidad de una pieza y verificar por tanto que va a cumplir adecuadamente la finalidad para la que ha sido diseñada, haya que someterla a análisis que implican su destrucción. De ahí que se tenga que calcular muy bien cada cuántas se toma una muestra para comprobar que todo va bien. Si es cada poco, mermas la producción y generas mucho desperdicio; pero si espacias demasiado esa verificación, corres el riesgo de que un fallo se detecte tarde y, por tanto, afecte a una serie muy larga. Hasta ahora. Hoy, del mismo modo que la tecnología mejora los sistemas de producción, también tiene mucho que decir en los de control gracias a soluciones como las ofrecidas por la 'startup' Linq, de Astigarraga.
La suya es una tecnología desarrollada por el centro tecnológico Ceit a la que, a finales de 2018, Ibon Iribarren, que entonces trabajaba en una firma dedicada a la máquina-herramienta, enseguida vio encaje en el sector de la automoción. Por ello solicitó su transferencia junto a sus hoy socios Alberto Vaqueriza, Javier Pérez y Ángel Iglesia. «Hay procesos o tratamientos en el proceso de producción cuyo efecto sobre la pieza no se pueden apreciar a simple vista. Por ejemplo, una estampación modifica sus propiedades mecánicas a nivel subsuperficial, por lo que para conocer detalladamente su efecto se toma una de las piezas y se analiza en el laboratorio. Pero para eso hay que cortarla, de modo que, independientemente del resultado de ese análisis, esa muestra se tiene que achatarrar. Lo que nosotros proponemos es verificar la calidad sin destruirla y, por tanto, reduciendo la chatarra metálica generada por la empresa», explica Iribarren.
En realidad, no es que no destruyan la muestra. Es que ni la tocan. Ese control sin contacto es posible gracias a la imantación de las piezas analizadas, que en la máquina-herramienta suelen ser ferromagnéticas. Es decir, que al ser magnetizadas emiten señales que son medibles y, por tanto, comparables con las de una pieza de calidad óptima. Tanto la imantación como la inmediata lectura de las señales -y la transferencia de esa información a cualquier panel de control ya instalado en la planta- la realiza un único sensor «del tamaño de la palma de la mano». Éste se puede colocar en un cabezal que, a su vez, se instala en un pórtico fácilmente incorporable a la línea de producción. De lo que se deduce una segunda ventaja; a partir de ese momento la verificación puede ser constante. Se puede analizar cada pieza que pase bajo ese pórtico sin ralentizar la cadena.
«Gracias a los distintos algoritmos y modelos matemáticos que hemos desarrollado, podemos comparar al mismo tiempo entre cinco y diez variables como la dureza, la profundidad a la que ha llegado un tratamiento térmico o el estado de la microestructura de la pieza al finalizar un proceso. De modo que si hay alguna desviación sobre los valores predeterminados, se puede deducir que hay fallos en el proceso de producción y alertar de manera automática a sus responsables», resume el gerente de la 'startup' guipuzcoana.
Si se puede prescindir de ese nivel tan exhaustivo de control, Linq también da la opción de instalar una única máquina evaluadora en el laboratorio. «Es algo con lo que nos estamos encontrando bastante. El cliente decide, por ejemplo, tomar cada hora una muestra porque con eso le basta y así, con un mismo equipo, puede controlar varias líneas de producción. Sigue siendo un control más estadístico que real, pero el error queda mucho más acotado de lo que está actualmente porque la máquina realiza el control en segundos y no en horas, como ocurre hoy», señala el cofundador de la firma, que espera cerrar este año con una facturación por encima del medio millón.
Tanto el control sobre la línea de producción como en el laboratorio son ya posibles para evaluar la calidad de procesos de estampación, de engranajes y todo tipo de ejes, pero la firma sigue desarrollando producto porque las posibilidades de medición son muy amplias. Para investigarlas, la empresa ha cerrado este año una ronda de financiación de 1,24 millones y prevé abrir otra de tres millones en 2023. Para presentarla acudirá los próximos días 18 y 19 a B-Venture, el evento de 'startups' organizado por EL CORREO con el patrocinio del Departamento de Desarrollo Económico, Sostenibilidad y Medio Ambiente del Gobierno vasco, la agencia de desarrollo SPRI, la Diputación foral de Bizkaia y el Ayuntamiento de Bilbao. Así como la colaboración de BStartup de Banco Sabadell, BBK, Laboral Kutxa, CaixaBank, BBVA y la Universidad de Deusto.
Tecnología electromagnética avanzada para inspección no destructiva de piezas ferromagnéticas.
Linq ha comenzado la comercialización de su sistema avanzado de verificación en el sector de la automoción por ser el que mejor conocían sus fundadores, pero el abanico de soluciones ya desarrolladas por la 'startup' como las que están estudiando tienen un recorrido mucho más amplio. «Más adelante, queremos acercarnos también a los sectores energético, aeroespacial y eléctrico. Además, por otra parte, también queremos salir a los mercados de Europa occidental, Estados Unidos, Canadá y México», explica Ibon Iribarren.